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España vence a Francia en una final olímpica épica en París

En la Spain vs France Olympic Football Final, España derrotó 5-3 a Francia tras una prórroga vibrante en el Parc des Princes de París, para colgarse el oro olímpico y prolongar el impulso ganador que dejó la Euro 2024 en Alemania. Fue un partido con alma, nervio y giros de guion, un duelo que alternó la belleza y el sufrimiento y que coronó a un equipo que supo sufrir y golpear en los momentos definitivos.

El encuentro empezó con un sobresalto para España, cuando un disparo de Enzo Millot se le escurrió entre las manos al portero Arnau Tenas para el 1-0 de Francia. El rugido del estadio empujó a los de Thierry Henry, pero la reacción española fue inmediata y arrolladora, un recordatorio de ese temple competitivo que los ha convertido en referencia del fútbol reciente.

En apenas diez minutos, España dio la vuelta a la historia. Fermin Lopez apareció con un doblete para voltear el marcador y, en ese mismo vendaval, Alex Baena dobló la ventaja con una falta magistralmente ejecutada. Aquella ráfaga pareció desbordar a Francia, una ráfaga que condensó eficacia, personalidad y el oportunismo que decide finales.

Lejos de rendirse, el equipo de Henry mostró carácter y empuje. Tenas se redimió con paradas de mérito ante Jean-Philippe Mateta y Manu Kone, y este último también cabeceó al larguero en una acción que anunció el arreón final francés. A once minutos del final, Maghnes Akliouche desvió sutilmente un balón parado lanzado por Michael Olise y devolvió la esperanza a la grada parisina.

El pulso se fue al alambre en el descuento, cuando llegó el momento más tenso. Tras la revisión del VAR, el árbitro Ramon Abatti señaló penalti al interpretar un forcejeo en el que Benat Turrientes derribó a Arnaud Kalimuendo. Mateta mantuvo la frialdad para anotar y poner el 3-3, y todavía hubo tiempo para que Turrientes estrellara un remate en el larguero antes de la prórroga, un suspiro que contuvo el país entero.

Camello cambia la historia en la prórroga

Con la moneda en el aire, España se hizo fuerte desde el oficio. El equipo, plata en Tokio, supo absorber el empuje local y esperar el instante propicio. Entonces, un pase exquisito de Adrian Bernabe rompió líneas y encontró la carrera de Sergio Camello, que definió con calma para devolver la ventaja a los suyos y poner la final de cara.

Francia se volcó en busca del empate, pero el conjunto de Santi Denia encontró espacios para cerrar la obra en una contra letal. De nuevo Camello, el héroe inesperado, firmó su segundo tanto en la prórroga para sellar el 5-3 y amarrar el primer título olímpico de España desde Barcelona 1992. Fue la rúbrica de un plan bien ejecutado, la síntesis de resistencia, calidad y una fe que no negocia.

La gesta de Camello tiene un eco humano que trasciende el marcador. El delantero confesó que temió quedarse fuera antes del torneo, un relato que convierte su doblete en un símbolo de perseverancia. El premio al que nunca renuncian los que siguen insistiendo, a los que confían cuando el camino se estrecha.

“Quiero agradecer a todo el equipo. En teoría yo era uno de los cuatro que se iban a quedar fuera de la lista. Que marcase esos goles es gracias a mis compañeros por creer en mí. El entrenador de porteros me dijo que soñó que yo haría el gol de la final. Campeones olímpicos. Esto es historia, desde 1992. Lo valoraremos más con el tiempo. Somos los niños más felices del mundo”.

Santi Denia, emocionado, subrayó el espíritu de grupo que sostuvo al campeón durante un mes y medio de trabajo. El seleccionador incidió en una idea que se vio en el césped del Parc des Princes, la de un equipo que, cuando tambalea, encuentra siempre un hilo del que tirar para volver a levantarse.

“Un partido tan sufrido merecía lágrimas de alegría. Han trabajado 40 días como una familia. Estuvo muy igualado. Francia te empuja hacia atrás, juega muy bien. Ganamos por pequeños detalles. También lo hicimos con mucho espíritu”.

Thierry Henry, por su parte, lamentó el bache que abrió la puerta al golpe de mano español, aunque se mostró orgulloso del camino recorrido por su selección. Una Francia combativa y orgullosa que, aun con la herida fresca, dejó señales de fútbol y carácter en su torneo como anfitriona.

“Hubo unos minutos durante la primera parte en los que desaparecimos y lo pagamos caro. Luego fuimos capaces de recuperarnos y volver al partido. No fue fácil construir este equipo, pero estoy orgulloso del trabajo que hicimos”.

Los momentos clave en París

  • El golpe inicial de Francia y la reacción relámpago de España con el doblete de Fermin Lopez y la falta de Alex Baena,
  • el empuje francés con paradas de Arnau Tenas, el larguero de Manu Kone y el toque de Maghnes Akliouche a servicio de Michael Olise,
  • el penalti en el descuento convertido por Jean-Philippe Mateta y la aparición decisiva de Sergio Camello en la prórroga.

La montaña rusa emocional de una final inolvidable

La final osciló como un péndulo. El error que abrió el marcador encendió alarmas en España, pero también activó su respuesta más contundente. La resiliencia del campeón se manifestó primero en goles y más tarde en control emocional, incluso cuando el partido ardía rumbo al tiempo añadido.

Francia, empujada por su gente, encontró vías por balón parado y por insistencia. Tenas ofreció paradas capitales ante Mateta y Kone para sostener a los suyos, un contrapunto que acabó siendo decisivo. El premio francés llegó a balón parado, y el empate de Mateta desde los once metros convirtió el final del tiempo reglamentario en una olla a presión.

Ahí emergió el colmillo de España. La lectura de los tiempos, la paciencia para no precipitarse y la capacidad de acelerar en el instante clave se alinearon en el pase de Bernabe y la frialdad de Camello. Y cuando Francia se volcó, el campeón encontró metros para cerrar la noche, una síntesis de eficacia que separa a los buenos de los que levantan trofeos.

Un oro que conecta generaciones

El triunfo se alimenta de contexto. España enlaza el oro olímpico con la gloria de la Euro 2024 y recupera un metal que no alzaba desde la edición de Barcelona 1992. La sensación es la de una corriente ganadora que atraviesa el vestuario, un estado competitivo que multiplica recursos y personalidad.

Para Francia, más allá del resultado, queda un equipo que empujó con alma hasta el límite. El gol de Akliouche a pase de Olise, el liderazgo de Mateta y la insistencia que rozó el tanto con el cabezazo de Kone al travesaño dibujan una selección con talento y orgullo. El anfitrión que creyó hasta el final, que encontró en su gente una energía inagotable y que, pese a la derrota, sale con señales de futuro.

Qué nos deja la noche del Parc des Princes

Primero, la certeza de que en este nivel la diferencia la marcan los detalles. Una pérdida, un despeje a destiempo, un control orientado o un pase que rompe una línea. España acertó en más momentos cumbre, y en una final así esa suma se vuelve incontestable.

Segundo, la reivindicación de futbolistas que encienden relatos. Camello convierte su historia en metáfora del equipo que no se rinde; Tenas, tras el error, responde con intervenciones que sostienen a los suyos; Fermin Lopez y Alex Baena capitalizan un tramo de superioridad que cambió el paisaje del partido. Son aristas que construyen un campeón con piel e identidad.

Tercero, la validación del trabajo colectivo. Santi Denia habló de familia, de espíritu y de 40 días de preparación, y el campo le dio la razón. En el otro banco, Henry subrayó que el crecimiento no es lineal, que incluso en la derrota hay motivos para sentir orgullo y para seguir construyendo.

Una última imagen

Cuando la pelota dejó de rodar, el oro brilló con doble sentido. Pesaba como un trofeo recuperado desde 1992, y a la vez flotaba como un premio a la convicción. En París, España encontró el cierre perfecto para un verano que ya era grande y que ahora es, también, olímpico.

Y todo queda encapsulado en una escena, la carrera de Sergio Camello hacia el gol que abrió la prórroga. En ese gesto se cruzaron los caminos del temor y la confianza, la del delantero que dudó si estaría y la del equipo que creyó. El fútbol como espejo de quienes, aun en el vértigo, encuentran la calma, la calma que separa la plata del oro.

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