Real Madrid vs Olympiakos análisis del partido y la reacción del vestuario
En una noche frenética en El Pireo, el 4-3 de Real Madrid vs Olympiakos fue bastante más que un partido loco de Champions. Sobre el césped del Georgios Karaiskakis se jugó, en realidad, algo más profundo que tres puntos y el fin de una racha: el futuro inmediato del proyecto de Xabi Alonso y la convivencia de un vestuario plagado de egos, dudas y necesidad de respuestas.
Un 4-3 que vale mucho más que una victoria
Real Madrid llegó a Grecia con una mochila pesada. Tres partidos sin ganar, dudas sobre el modelo, y un runrún creciente sobre la relación de Xabi Alonso con sus grandes estrellas. El 4-3 ante Olympiakos cortó la mala racha y, de paso, significó el primer triunfo blanco en suelo griego, pero el marcador apenas cuenta la mitad de la historia.
El equipo fue una montaña rusa. En ataque, desatado; en defensa, inseguro. Kylian Mbappé firmó los cuatro goles y Vinicius Junior ofreció su mejor versión de la temporada, pero la fragilidad atrás mantuvo el partido abierto hasta el final. Para un entrenador bajo presión, ganar así es alivio y advertencia al mismo tiempo, una mezcla de oxígeno y llamada a la autocrítica.
Mbappé, póker de goles y liderazgo de vestuario
El foco futbolístico tuvo nombre y apellido. Kylian Mbappé se fue de El Pireo con un póker, incluido un hat-trick en siete minutos en la primera parte, una exhibición de ese instinto que convierte a un delantero en élite absoluta. Lleva ya 22 goles esta temporada, el 55% de los 40 tantos del equipo, una cifra que describe mejor que cualquier adjetivo su peso ofensivo.
Esa estadística alimenta inevitablemente el debate sobre la llamada “Mbappé-dependencia”. Tras el partido, un periodista le preguntó si sentía que el equipo dependía demasiado de él, y el francés respondió con la misma contundencia con la que define en el área. “Tienes que decir que Kylian es responsable de que ganemos. Creo que es una mala pregunta”, replicó, antes de matizar que cada uno tiene su rol y que sin sus compañeros no habría victorias.
Mbappé insistió en una idea clave para entender el clima interno del Real Madrid actual. “Mi trabajo es marcar goles… cada equipo tiene jugadores con un rol específico”, recordó, apuntando que la supuesta dependencia es más un relato externo que una realidad vivida dentro del vestuario. En otras palabras, el francés acepta el peso del protagonista, pero rechaza el discurso que reduce al resto a meros secundarios.
La frase que lo cambia todo proteger al entrenador
Si el póker de Mbappé fue el titular futbolístico, sus palabras en la zona mixta fueron el gran titular emocional de la noche. En un momento en el que se había señalado a Xabi Alonso desde dentro y fuera del club, el delantero lanzó un mensaje inequívoco. Habló de remar todos en la misma dirección, de confianza para el grupo, y dejó una petición directa a sus compañeros, un llamado a proteger a Alonso.
“Los jugadores tenemos que protegernos entre nosotros y al entrenador. Tenemos que estar juntos”, explicó, subrayando que, en un club como el Real Madrid, el ruido es inevitable, pero la respuesta debe ser blindar al grupo y al técnico. No fue una frase cualquiera, sino una declaración de posición pública, la de la gran estrella alineándose claramente con su entrenador.
Alonso recogió el guante desde la sala de prensa. En lugar de recrearse en los cuatro goles de Mbappé, destacó lo que no se ve en el marcador. “Los goles son un talento natural, pero no es lo único, su personalidad, su liderazgo, su peso en el vestuario, son intangibles fundamentales para construir un equipo”, resumió. Detrás del elogio hay algo más que cortesía, hay reconocimiento a un aliado crucial en el momento más delicado del proyecto.
Vinicius y Xabi Alonso del choque al abrazo
Si Mbappé fue el martillo, Vinicius fue el pincel. Ante Olympiakos, el brasileño recuperó sensaciones, desequilibrio y confianza. No marcó, porque un gol muy suyo, recorte hacia dentro y disparo al segundo palo, fue anulado por fuera de juego. Pero dejó dos asistencias para Mbappé y la sensación de haber vuelto a ser ese futbolista al que es casi imposible frenar cuando entra en modo eléctrico.
La actuación de Vinicius llegaba en el contexto más delicado posible en su relación con el técnico. Esta misma temporada se había filtrado su enfado con Xabi Alonso, hasta el punto de haber asegurado al presidente Florentino Pérez que no renovaría mientras el vasco siguiera en el banquillo. Con apenas 18 meses de contrato, el pulso tenía aroma de problema mayor para el club.
En Grecia, sin embargo, algo cambió. Tras el partido, Alonso y Vinicius se fundieron en un abrazo que rápidamente se convirtió en imagen viral. No era un simple gesto de cortesía, sino el símbolo de una tregua muy necesaria. El propio entrenador, preguntado por el brasileño, fue generoso en sus palabras. Lamentó el gol anulado, recordó que era una jugada que habían trabajado el día anterior y destacó la conexión con Mbappé y su impacto global en el encuentro.
Ese cambio de tono parece tener ya consecuencias en los despachos. Según la información disponible, Vinicius ha rebajado sus pretensiones salariales para acercarse a una renovación con Real Madrid. De aspirar a un sueldo similar al de Mbappé, en torno a los 30 millones anuales sumando prima de fichaje prorrateada, habría aceptado rebajar la exigencia, acercándose a la oferta blanca de situarle en torno a los 18 millones, por encima de los 15 que percibe actualmente.
La encrucijada de su futuro y el riesgo de mercado
Hasta hace muy poco, el escenario era inquietante. Con 18 meses de contrato por delante, el club manejaba la posibilidad de un verano agitado. La postura oficial es clara, desea renovar a Vinicius, pero, sin acuerdo, no descartaba una venta el próximo mercado. Se hablaba de cifras entre 90 y 150 millones de euros como posible traspaso, una operación que habría sacudido el proyecto deportivo.
Mientras tanto, los gigantes europeos no perdían detalle. Manchester City, Paris Saint-Germain y Manchester United vigilaban la situación, con los ingleses como los últimos en solicitar información sobre el estado de las negociaciones. En un contexto así, cada gesto, cada abrazo y cada palabra pública entre Vinicius y Alonso pesa el doble, porque condiciona no sólo el vestuario, sino la estrategia de mercado de los próximos meses.
Además, hay un dato que refuerza la importancia del brasileño para Real Madrid. La desaparición de Rodrygo Goes de los planes de Xabi Alonso hace aún más improbable que el club se plantee perder a Vinicius salvo que no hubiera otra alternativa a dejarle marchar libre. En otras palabras, el margen de maniobra se ha estrechado; o hay renovación, o el riesgo deportivo es mayúsculo.
Fede Valverde y el mensaje de un capitán en duda
En paralelo a lo que ocurrió en el césped, el eco del partido se amplificó en las redes sociales. Fede Valverde, capitán sobre el campo en El Pireo y uno de los nombres que había aparecido en las informaciones sobre tensión con Xabi Alonso, decidió romper el silencio y dar su propia versión. Lo hizo con un mensaje directo en Instagram, intentando apagar el incendio mediático.
“Después de una semana de que se dijeran muchas cosas, estamos más unidos que nunca”, escribió el uruguayo. Y añadió una frase que es casi un manifiesto de vestuario. “Tener a Vini y Mbappé es una suerte, pero tener al mejor equipo del mundo comprometido es un honor”. En pocas líneas, reivindicó la calidad individual y, sobre todo, la idea de grupo por encima de las estrellas.
Valverde también quiso blindar la figura de su entrenador. Aseguró que trabaja para volver a su mejor nivel y que el “mister” siempre ha estado a su lado, apoyándole y ayudándole a crecer. “No siempre es fácil, pero el cuerpo técnico y los jugadores estamos más unidos que nunca”, remató, alineándose con el discurso de unidad que el club ha querido proyectar tras la victoria ante Olympiakos.
El contexto de la crisis interna y el giro de Xabi Alonso
Para entender por qué estas palabras y estos gestos importan tanto, hay que retroceder unos días. Distintos medios españoles hablaban ya de una relación “insostenible” entre Xabi Alonso y varios pesos pesados del vestuario, con nombres propios como Valverde, Vinicius y Jude Bellingham en el foco. En un club como Real Madrid, cuando el ruido llega a ese nivel, el banquillo tiembla.
Sin embargo, mientras desde fuera se especulaba con una ruptura, dentro del club se activó una operación de refuerzo al entrenador. Tanto Marca como AS coincidieron en el mensaje lanzado desde la cúpula. “Alonso es el jefe”, filtró la directiva, respaldada por el presidente Florentino Pérez. Puertas adentro y hacia la opinión pública, la consigna fue clara, no había debate sobre el banquillo a corto plazo.
El propio Xabi Alonso también decidió mover ficha. Según las informaciones disponibles, el técnico cambió su actitud en los días previos al choque en Grecia. En Valdebebas, inició una ronda de conversaciones personales, tanto en persona como por mensajes, con grupos pequeños de tres o cuatro jugadores, preguntándoles qué podía mejorar, cómo podía ayudarles más, qué necesitaba el equipo.
Las reuniones privadas y el punto de inflexión
Esos diálogos continuaron con un encuentro específico con seis o siete de los grandes líderes del vestuario justo antes del duelo ante Olympiakos. De ahí nacería esa “progresión en las horas previas al partido” a la que Alonso aludió públicamente después del 4-3. No era sólo una frase hecha, sino la constatación de que algo se había movido en la relación entrenador-jugadores.
El efecto fue inmediato en el ambiente de la plantilla. El propio club percibe estas reuniones como un punto de inflexión. Se ha visto a Alonso más cercano, especialmente con Vinicius, al que abrazó tras el partido y del que habló con cariño en rueda de prensa. La conclusión que sacan en Valdebebas es clara, el técnico ha entendido que en un vestuario de estrellas no basta con mandar, hay que conectar.
Los próximos partidos dirán si este cambio de dinámica se consolida o si fue sólo un paréntesis emocional en una noche loca de Champions. Pero al menos, tras El Pireo, la narrativa interna ha virado. Ya no se habla de fractura, sino de reconstrucción, no de distancias, sino de puentes tendidos entre entrenador y jugadores.
Un equipo desatado arriba y herido atrás
Si el 4-3 ante Olympiakos alivió tensiones, también dejó tareas pendientes. El Real Madrid volvió a exhibir su pegada, capaz de marcar cuatro o más goles por cuarta vez en la temporada, pero las dudas defensivas siguen muy presentes. El propio Mbappé, pese a su voluntad de centrarse en lo positivo, admitió que habrá que revisar el partido y mejorar en los aspectos negativos.
Xabi Alonso también tuvo que gestionar otra preocupación inesperada. Raul Asensio, único central sano disponible en Grecia ante una plaga de lesiones que afecta a Dean Huijsen, Éder Militao, David Alaba y Antonio Rüdiger, se marchó con molestias en el isquio. El técnico explicó que el cambio respondió precisamente a esa preocupación muscular, obligando a reubicar a Aurélien Tchouameni como central junto a Álvaro Carreras.
La situación defensiva es, por tanto, un rompecabezas constante. El regreso progresivo de los lesionados aliviará el panorama, pero el mensaje que deja Olympiakos es claro. Este Real Madrid tiene gol, tiene talento y tiene líderes capaces de aparecer en las noches importantes, pero aún necesita construir una base sólida atrás si quiere aspirar a todo cuando llegue la primavera europea.
La dependencia de Mbappé y el reto colectivo
Más allá de las palabras del propio Mbappé, la realidad numérica es contundente. Con el francés en el campo y enchufado, Real Madrid es un equipo temible. Sin sus goles, el conjunto blanco se desdibuja. Prueba de ello es que no ganó ninguno de los tres partidos anteriores en los que él se quedó sin ver portería. Ante Rayo Vallecano, Liverpool y Elche, el equipo sólo marcó dos goles, ambos a balón parado.
La pregunta es inevitable. ¿Es sostenible un proyecto que descansa tanto en la inspiración de un solo futbolista? Desde dentro, tanto Mbappé como Alonso intentan construir un relato diferente, el de un equipo que se apoya en su estrella pero que necesita y valora el rendimiento de todos. De ahí la insistencia en las palabras “unidad”, “grupo” y “equipo” en todas las declaraciones posteriores al duelo en Grecia.
La interpretación final quizás se sitúe en un punto intermedio. Sí, hay una dependencia evidente en términos de goles, y los números lo demuestran, pero también existe la voluntad explícita de que esa jerarquía no se traduzca en un desequilibrio emocional o de poder dentro del vestuario. El reto de Xabi Alonso será precisamente ese, aprovechar el brillo de Mbappé sin convertirlo en un sol que queme todo lo que le rodea.
Un vestuario que se reivindica como bloque
En esa construcción colectiva, las voces que han surgido del vestuario tras el partido de Olympiakos son significativas. No sólo habló Mbappé ni sólo escribió Valverde. Jugadores como Álvaro Carreras, Eduardo Camavinga o Tchouameni ya habían insistido en días previos en que el ambiente interno era bueno, que no había la fractura que se describía desde fuera.
Tras el 4-3, ese mensaje se ha intensificado. El abrazo entre Alonso y Vinicius, las palabras del técnico sobre el brasileño y sobre Mbappé, la llamada de este a proteger al entrenador, el texto de Valverde, todo forma parte de una misma narrativa. La de un vestuario que, al menos de puertas para fuera, quiere demostrar que está con su entrenador y que es capaz de reaccionar cuando la situación aprieta.
Esa respuesta emocional puede ser el inicio de un nuevo ciclo dentro de la temporada. En todo gran equipo hay momentos de fricción, crisis pasajeras y puntos de giro. El choque de Grecia tiene pinta de ser uno de esos momentos que, meses después, se recuerdan como una bisagra. Por el marcador, por el sufrimiento, por el póker de Mbappé, por el renacer de Vinicius y por el mensaje colectivo de unidad.

